De la ignorancia a la iluminación: el viaje de Paripurna Navasana

Si alguna vez has sentido que mantener el equilibrio en la vida es tan difícil como hacerlo sobre los isquiones mientras flotas en forma de “V”, bienvenida a Paripurna Navasana. Esta postura, cuyo nombre en sánscrito viene de paripurna (completo), nava (barco) y asana (postura), aparece ya ilustrada en el siglo XIX en el Sritattvanidhi, y no por casualidad: representa mucho más que un simple reto para los abdominales.

Una historia de barcos y sabiduría

En la tradición india, los barcos no son solo medios de transporte: son símbolos de transición, de viaje interior, de pasar de la ignorancia a la iluminación. Según las leyendas, Manu —el primer hombre y autor del Manusmriti— salvó a la humanidad y a los sagrados Vedas del diluvio universal viajando en una barca guiada por un pez divino hasta el monte Meru. Una metáfora preciosa (y bastante literal) de mantener la fe mientras navegas entre el caos.

Otro relato cuenta cómo el barquero Nishad Khewat se negó inicialmente a llevar a Rama, Sita y Lakshmana, temeroso de que el polvo de los pies del dios convirtiera su embarcación en un grupo de mujeres de madera (una excusa creativa, sin duda). Finalmente, accedió solo después de lavar los pies del Señor Rama, gesto de humildad y devoción que representa el deseo humano de tocar lo divino.

Y, por si fuera poco, en el Mahabharata la barca vuelve a aparecer cuando Satyavati, una pescadora, cruza un río con el sabio Parashara, de cuya unión nacerá Vyasa, compilador de los Vedas. En todas estas historias, el barco simboliza el puente entre el mundo terrenal y el conocimiento superior, entre el esfuerzo humano y la gracia espiritual.

Del mito al mat

Cuando llevamos esta imagen al mat, Paripurna Navasana se convierte en nuestro propio viaje de navegación interior. Aquí, el “barco” eres tú: tu tronco y tus piernas forman el casco, tus brazos son la línea del agua y tu respiración… bueno, tu respiración es el viento que te mantiene a flote.

La postura exige equilibrio, concentración y mucha paciencia (esa misma que necesitas cuando intentas mantener el core firme sin temblar). En términos más fisiológicos, estás activando el centro energético del poder personal, el Manipura Chakra, ubicado en el plexo solar. Este centro se asocia con la autoconfianza, la voluntad y la capacidad de transformar la energía —tanto física como emocional—. Y si lo vemos desde el punto de vista más científico, también estás fortaleciendo los músculos abdominales profundos, los flexores de la cadera y los erectores de la columna. Todo mientras trabajas tu capacidad de estabilización neuromuscular, que dicho así suena muy serio, pero básicamente significa que no te caes al suelo (o al río).

El fuego interior

Paripurna Navasana activa el elemento fuego (pitta), estimula la digestión y mejora la postura. Es una postura que no solo trabaja la fuerza del cuerpo, sino también la del carácter. Cada segundo que aguantas en equilibrio es un recordatorio de que la estabilidad no viene de la rigidez, sino del ajuste consciente y constante.

En resumen

Practicar Paripurna Navasana es como remar hacia tu propia claridad: con esfuerzo, con humor, y con la certeza de que cada temblor del abdomen te acerca un poquito más a esa sensación de equilibrio total —físico, mental y espiritual—. Y si mientras tanto tu “barco” se hunde un poco, recuerda: hasta Manu necesitó un pez divino que le echara una aleta.


Tu cuerpo es el barco, tu respiración el viento y tu conciencia… el timón. Navega con paciencia.

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